jueves, 11 de septiembre de 2008

MIASTENIA GRAVIS

MIASTENIA GRAVIS

ARMANDO RAMIREZ HERNANDEZ
R2UMQ HGR 25 IMSS.

Dentro de las enfermedades de la unión neuromuscular, la miastenia grave es una enfermedad de naturaleza autoinmune con predisposición genética, cuyo mecanismo patogénico es la destrucción de los receptores de acetilcolina de la membrana postsináptica de la placa motora por parte de anticuerpos fijadores de complemento.Se caracteriza por la aparición de debilidad muscular tras una actividad prolongada, con tendencia a la recuperación después de un período de inactividad o la administración de fármacos anticolinesterásicos.
La relación mujer:varón es en general de 2:1; en edades tempranas de la vida es de 4:1, igualándose en la vejez. Alrededor del 65% de los pacientes tiene hiperplasia tímica, mientras que en el 10-15% de los casos existe un tumor tímico, de los cuales el 60% afecta a varones adultos. La miastenia asociada a tumor tímico (benigno o maligno) es excepcional antes de los 30 años.
Aunque no se conocen los mecanismos desencadenantes de la enfermedad, está bien demostrado que la debilidad de los enfermos miasténicos está relacionada con la presencia de anticuerpos circulantes frente a los receptores de la acetilcolina. La frecuente afectación de la glándula tímica, los agregados linfocitarios detectables en el tejido muscular, la evidencia de depósitos del complejo de ataque de membrana (MAC) en la placa motora, la coincidencia con otros trastornos autoinmunes y la presencia en el suero de estos pacientes de anticuerpos antinucleares y antitiroideos apoya asimismo una patogenia inmunológica de esta enfermedad. La posibilidad de antígenos compartidos por las células del timo y los receptores de acetilcolina, así como la coexistencia frecuente de enfermedad tímica y miastenia grave, sugiere un proceso inmunológico común aunque no bien aclarado.
El músculo esquelético suele ser normal, aunque en ocasiones existen agregados perivasculares de linfocitos (linforragias) y, excepcionalmente, degeneración muscular con intensa respuesta inflamatoria. En la placa motora, y en estudios ultrastructurales, se observan alteraciones en los pliegues y en las hendiduras sinápticas.
Los pacientes con miastenia grave no suelen presentar cansancio generalizado, pero sí variabilidad en la fuerza de los músculos afectos. La fuerza muscular varía de un día a otro o de una hora a otra, siempre en relación con el ejercicio efectuado, y es clásico que empeore hacia el anochecer. Refieren asimismo fatiga fácil si la contracción es mantenida o repetida (fatigabilidad patológica). Tras el reposo, los pacientes recuperan total o parcialmente la fuerza muscular, al igual que tras dosis adecuadas de anticolinesterásicos.
Las manifestaciones clínicas se localizan sobre todo en la musculatura extrínseca del ojo (con frecuencia de forma asimétrica), músculos bulbares (voz nasal, disartria, disfagia), tríceps, cuádriceps y musculatura de la lengua. Con menor frecuencia se afectan las cinturas escapular y pelviana y la musculatura de los antebrazos.
En la exploración clínica y dada la frecuente participación de la musculatura extraocular, elevadores del párpado y orbiculares, el paciente miasténico suele presentar una facies típica. Es fácil comprobar el cansancio y la fatigabilidad al hablar, abrir o cerrar los ojos o al masticar repetidamente. Los reflejos tendinosos son vivos, aunque si se exploran de forma repetitiva, el movimiento decrece de manera progresiva hasta desaparecer. La sensibilidad es normal en la mayoría de los casos, aunque algunos pacientes refieren anestesia transitoria en la zona del trigémino, parestesias en las manos y cara y cierto grado de “rigidez” y, en ocasiones, dolor en los músculos afectos.
Según la evolución clínica y la respuesta a los tratamientos utilizados, se ha intentado separar diferentes formas o estadios clínicos en los pacientes miasténicos. Esta clasificación de los pacientes por estadios tiene cierto interés, tanto en la elección terapéutica como en el establecimiento de un pronóstico individual. La más empleada es la de Osserman de 1958, modificada en 1971, que clasifica a los pacientes en cuatro estadios:
· Estadio I. Miastenia ocular (20%)
· Estadio IIa. Miastenia generalizada “leve”; lenta progresión, sin crisis y con buena respuesta farmacológica (30%)
· Estadio IIb. Miastenia generalizada “moderada” con afectación muscular periférica y bulbar aunque sin crisis. Tratamiento farmacológico poco eficaz (20%).
· Estadio III. Miastenia aguda de curso fulminante, con progresión rápida de la sintomatología y respuesta pobre a los fármacos, crisis de insuficiencia respiratoria, alta incidencia de timoma, mortalidad elevada (11%)
· Estadio IV. Miastenia grave de aparición tardía, con comportamiento similar al estadio III, pero transcurren unos 2 años en progresar desde los estadios I o II. La mortalidad es elevada (9%).
Miastenia neonatal
Uno de cada 7 hijos nacidos vivos de madre miasténica presenta manifestaciones clínicas de miastenia neonatal. El síntoma más llamativo puede ser la dificultad para cogerse al pezón y para la succión mamaria o la disminución en los movimientos espontáneos o en el llanto. En casos excepcionales presentan parálisis respiratoria y mueren. En los que sobreviven la enfermedad se autolimita en 1 - 12 semanas sin ulteriores recaídas. Durante el período de enfermedad se pueden administrar inicialmente medicamentos anticolinesterásicos, aunque lo más importante es conseguir una nutrición adecuada.
Otras enfermedades emparentadas genética o inmunológicamente con la miastenia grave son la artritis reumatoide, la espondilitis anquilopoyética, la anemia perniciosa, el lupus eritematoso sistémico, el pénfigo, la colitis ulcerosa, la sarcoidosis, el síndrome de Sjögren y la enfermedad crónica del injerto contra el huésped (EICH) tras trasplante de médula ósea. Aunque no presentan una base inmunológica, la epilepsia y algunas formas de psicosis también aparecen con mayor frecuencia en pacientes con miastenia grave.
El diagnóstico de miastenia grave suele ser evidente tras la historia clínica y la exploración física. El patrón característico de fatigabilidad muscular tras la valoración de movimientos repetitivos por el paciente, así como su recuperación al cabo de unos minutos de reposo, permiten establecer el diagnóstico de la enfermedad. Éste se confirma mediante la práctica de diferentes pruebas con fármacos anticolinesterásicos. Así, se puede utilizar la prueba del edrofonio (Tensilón ® ), que se basa en el efecto antimiasténico rápido pero breve del cloruro de edrofonio. Se administran 2 mg por vía intravenosa y, en caso de que no exista reacción de hipersensibilidad, 8 mg más en los siguientes 30 seg. Debe producirse una mejoría franca de la debilidad muscular en 0,5-1 min, volviendo a las condiciones basales a los 4-5 min.
Aun cuando la latencia es mayor, la positividad de esta prueba proporciona la evidencia más clara de miastenia grave. Consiste en la inyección intramuscular de 1,5 mg de metilsulfato de neostigmina sola o en combinación con 0,6 mg de sulfato de atropina. La respuesta positiva debe apreciarse a los 10-15 min, pero es máxima hacia los 30 min.

La determinación de anticuerpos antirreceptores de acetilcolina constituye un criterio diagnóstico importante, aunque tiene algunas limitaciones. Con el empleo de antígenos humanos, el 85% de los pacientes presenta positividad de dichos anticuerpos. Debe recordarse que la no detección de anticuerpos no descarta el diagnóstico de miastenia grave. La relación entre la clínica es válida de forma individual, de modo que un paciente en remisión clínica que ha negativizado los anticuerpos es muy poco probable que presente recaída de la enfermedad, mientras que un paciente en remisión clínica pero con anticuerpos positivos es probable que la presente. La mayoría de los enfermos seronegativos o con títulos muy bajos presentan formas oculares puras. Los pacientes seronegativos, con formas oculares o generalizadas no difieren clínicamente de los seropositivos.
El diagnóstico diferencial debe establecerse con los estados de fatiga emocional y la debilidad muscular histérica o simulada, así como con la distrofia oculofaríngea, las miopatías mitocondriales, las parálisis agudas motoras oculares, como el botulismo, la polineuropatía aguda que afecta los pares craneales y la encefalopatía de Wernicke. La polimiositis puede recordar en algún momento a la miastenia grave, pero nunca cursa con afectación ocular. Aunque existe cierta polémica sobre la especificidad de las pruebas con fármacos anticolinesterásicos, si éstas son convincentes y reproducibles, el diagnóstico de miastenia grave es prácticamente seguro.
Tratamiento médico
Los fármacos anticolinesterásicos deben emplearse siempre en primera instancia, dada su gran efectividad y escasa toxicidad. Por desgracia, administrados solos, únicamente consiguen remisiones en formas poco graves de miastenia y en las formas oculares. Los fármacos anticolinesterásicos más empleados son la neostigmina y la piridostigmina
.Los glucocorticoides gozan de gran popularidad en el tratamiento de la miastenia grave, aunque no existen ensayos controlados en los que se haya demostrado su eficacia. Cuando se utilizan, la dosis de inicio debe ser de 1 mg/kg/día de prednisolona, que puede aumentarse en casos muy graves. Posteriormente y según la evolución del paciente, estas dosis pueden disminuirse de forma progresiva hasta pasar a administrar el fármaco en días alternos. Algunos autores prefieren el empleo inicial de un tratamiento en días alternos con el objeto de evitar los efectos inhibidores que los glucocorticoides ejercen sobre el funcionamiento del eje hipotalamohipofisario. En estos casos, las dosis de inicio pueden ser de 100 mg de prednisolona en días alternos, para ir descendiendo de forma progresiva la dosis a medida que mejora la enfermedad. No se sabe el tiempo que debe mantenerse el tratamiento glucocorticoide antes de considerar que existe un fracaso terapéutico, aunque se aconseja administrarlo al menos durante 3 meses a dosis completas antes de considerarlo como ineficaz.
En diferentes estudios realizados no se ha demostrado que los fármacos que provocan una inmunodepresión más selectiva, como la ciclofosfamida, el metotrexato o la azatioprina, consigan mejores efectos que la prednisona. Por el contrario, los estudios iniciales con ciclosporina A son alentadores, habiéndose conseguido remisiones en enfermos con miastenia grave y fracaso terapéutico con otras opciones. La dosis empleada fue de 5-10 mg/kg/día, monitorizando la función renal y disminuyendo las dosis en función de la respuesta clínica.
Algunos autores han empleado con éxito gammaglobulina humana a dosis elevadas en pacientes con cuadros clínicos de extrema gravedad.
Tratamiento quirúrgico
El tratamiento quirúrgico está indicado en los pacientes en los que se ha podido demostrar la existencia de timoma mediante diferentes exploraciones. Asimismo, dada la asociación de miastenia grave con timitis en personas jóvenes (menores de 40 años), la timectomía es la segunda medida que se ha de tomar en los individuos menores de 40 años antes de emplear corticoides o inmunosupresores. La timectomía ofrece una mejoría clínica significativa en alrededor del 85% de enfermos con miastenia grave, aunque no presenten timoma
Plasmaféresis.
Algunos autores han comprobado remisiones prolongadas de la enfermedad con el empleo simultáneo de plasmaféresis y terapia inmunodepresora. De todos modos, la plasmaféresis debe reservarse para las crisis miasténicas, para los casos graves y con falta de respuesta al tratamiento convencional y, en ocasiones, como terapéutica previa a la timectomía. En estos últimos casos parece que la respuesta posterior del paciente a la timectomía es mejor.
Crisis miasténica y crisis colinérgica
Las crisis miasténicas son raras en los enfermos bien tratados. No debe olvidarse, sin embargo, que los fármacos ya mencionados (antimicrobianos) y situaciones como el ejercicio físico intenso, las emociones fuertes, las infecciones y el parto, pueden agravar la sintomatología del enfermo miasténico. En caso de que se presente una crisis miasténica es imprescindible la administración intramuscular de neostigmina y, en los raros casos difícilmente controlables, la práctica de plasmaféresis. En ocasiones puede ser necesario mantener la función respiratoria con intubación traqueal y ventilación asistida. Es frecuente que los pacientes tratados con fármacos anticolinesterásicos presenten efectos colinérgicos leves como dolores cólicos, diarreas y náuseas.
Sin embargo, cuando aparecen vómitos, sudación, hipersalivación, lagrimeo, miosis y palidez, es muy probable que se estén alcanzando dosis peligrosas del fármaco. El índice más fiable es el diámetro pupilar, que no debe ser menor de 2 mm con luz ambiental. En casos graves aparecen bradicardia, hipotensión, confusión y coma. Para evitar estos efectos es aconsejable la utilización conjunta de atropina (0,3-0,6 mg).
Otros síndromes miasteniformes
El síndrome miasteniforme más característico es el síndrome de Eaton - Lambert. Aunque reconocido previamente (1953), no fue hasta 1961 cuando EATON y LAMBERT definieron claramente el síndrome. Se trata de un trastorno adquirido autoinmune de la transmisión neuromuscular en el cual la amplitud del potencial de acción se halla reducida, pero con estimulación repetitiva se incrementa llegando a ser 3 veces superior al original. En el suero de estos pacientes se han detectado autoanticuerpos frente a los canales de calcio dependientes del voltaje, del nervio motor terminal. En los varones y en edades superiores a los 40 años, el síndrome se asocia casi invariablemente a neoplasia bronquial del tipo de células pequeñas. Se sabe que este tipo de tumor expresa canales de calcio dependientes del voltaje, por lo que la sensibilización a estos antígenos conduce a la formación de los anticuerpos responsables del síndrome. En las mujeres, el cuadro puede ser idiopático o se asocia con frecuencia a enfermedades inflamatorias intestinales crónicas o granulomatosas.
La clínica que los pacientes refieren se caracteriza por debilidad y fatigabilidad proximal. Aunque puede existir ptosis palpebral no hay afección ocular y, cuando ésta ocurre, es leve y/o transitoria. En el 80% de los casos existe disfunción autónoma (disminución de salivación, lagrimeo y sudación, ortostatismo, impotencia y trastornos pupilares). En la exploración física se comprueba fatigabilidad muscular al esfuerzo repetido. Puede haber ausencia de reflejos osteotendinosos. Algunos enfermos refieren parestesias. El síndrome puede preceder al diagnóstico de neoplasia en años y en ocasiones no se modifica con el tratamiento quirúrgico o quimioterápico del tumor.
El diagnóstico se establece por los datos clínicos junto al estudio electrofisiológico. En el EMG se aprecia una falta de contracción muscular como respuesta a un estímulo único, o a estímulos de baja frecuencia. Sin embargo, con frecuencias de estimulación superiores a 10/seg se aprecia un incremento en la respuesta muscular. La piridostigmina es eficaz, aunque en menor grado que en el caso de la miastenia grave. El tratamiento recomendado es el hidrocloruro de guanidina a dosis de 15 mg/kg/día repartido en 4 dosis. Con el tratamiento específico del tumor se han observado mejorías transitorias del síndrome.